Orgullosa, tranquila y confiada. Así describe su tono de voz a Desiree. La pacifista que el miércoles acusó a gritos y a la cara a Condoleezza Rice -secretaria de estado de Estados Unidos- de ser una "criminal de guerra" lo volvería a hacer. Frente a ella se ciernen 180 días en la cárcel y una multa de 500 a 1000 dólares, pero está convencida de que sólo ejerció su libertad de expresión. Además, tenía que aprovechar la "oportunidad perfecta" para hablar a Rice: "¿Cuándo más me la voy a encontrar cara a cara?"
A las siete de la tarde del jueves (una de la madrugada del viernes en España), Desiree Ali-Fairooz estaba ya en el apartamento del grupo Codepink en el que vive, en Washington. A sus 51 años, dedica todo su tiempo "a trabajar para la paz", como a ella le gusta describirlo. Antes había sido profesora, pero cuando ingresó en esta asociación promovida por mujeres se dio cuenta de que podía centrarse más en el activismo si era bibliotecaria. Llegado un momento, decidió dejar la biblioteca pública en la que trabajaba para meterse de lleno en el movimiento pacifista.
Se enfrentará a tres cargos: asalto a un policía, conducta desobediente y daño en propiedad gubernamental (cuando la sacaban de la Cámara de Representantes, plantó las manos pintadas con la ficticia sangre en las paredes del pasillo), de acuerdo a las explicaciones de Gael Murphy, miembro del comité ejecutivo de Codepink. El juicio puede durar semanas o meses y, mientras, tiene prohibido acercarse a Rice o al Capitolio (sede de las cámaras legislativas estadounidenses). "Pero esto lo vamos a recurrir", apunta Murphy.
Aparte de llamar de nuevo la atención sobre la guerra de Irak, Desiree espera que su actuación haya servido también para que mucha gente se haga consciente de que las audiencias de la Cámara de Representantes están abiertas al público. Son una buena ocasión para dirigirse a los políticos. Aunque a veces, cuenta Desiree, "sólo giran la espalda y nos ignoran".
Esta antigua profesora no baraja que la encuentren culpable. Pero, puesta a pensarlo, es consciente de que quizá a partir de ahora le cueste más que la contraten para un cargo público, ya sea como bibliotecaria o como maestra. "Pero bueno, si no me quieren en un sitio, ellos se lo pierden".
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