Ya van dos veces que te dejas las llaves olvidadas en la cerradura de la puerta. El otro día fuiste a bajar la basura al contenedor y llegaste a la calle sin bolsa. Presumías de saberte de memoria los teléfonos de tus amigos y cada vez tienes que tirar más de agenda. Hasta aquí, nada: puro despiste. Pero un día te levantas y lees en los periódicos que Pasqual Maragall, el gurú de los Juegos de Barcelona y principal inductor del Estatuto de Cataluña, pasa a un segundo plano de la política porque padece principio de Alzheimer. Y piensas: “Sobrepaso peligrosamente la cincuentena. ¿Y si yo...?”
Pero, bah, no te quieres obsesionar. Tu pareja te nota un tanto preocupado y te invita al cine. Te sorprende con la última película de Antonio Mercero, “¿Y tú quién eres?", una visión entrañable sobre los primeros síntomas de Alzheimer en unos “abuelos” tan divertidos y a la vez reales como José Luis López Vázquez y Manuel Alexandre. Pero no, no puede ser, tú no vas a terminar así. Estás tan sumido en tus pensamientos que te olvidas el móvil en la butaca de la sala de proyección. Tardas en dormirte dándole vueltas al coco, pero finalmente lo consigues con un tranquilizante.
Y al día siguiente te conectas a internet para conocer un poco de la actualidad. Y lees: “Según un informe, los síntomas de Alzheimer se aceleran en personas con estudios”. Y tú, que terminaste dos carreras y has estado haciendo cursos de reciclaje a lo largo de tu vida profesional, investigas sobre Maragall. Descubres que él es licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas. El paralelismo es claro. Tienes que visitar un neuropsicólogo. Y lo haces, pero te dice que tú único problema es tu hipocondria. Entonces te crees un personaje de una película de Woody Allen. Todo ha sido un mal sueño.
Es una historia inventada, pero similar a la de muchos españoles que, al leer la noticia de la retirada de la política de Pasqual Maragall a causa del Alzheimer, han acudido al médico temiendo encontrarse en su mismo caso. María Antonia Santana Oria, doctora en Neuropsicología, afirma que “en los últimos días, he notado más miedo en los pacientes, han comenzado a ver cosas en sus familiares que no veían antes”.
Pero no hay que alarmarse, ya que no todos los olvidos son el comienzo de una demencia. “Es el ritmo de hoy en día”, comenta la doctora, “Vamos con más prisa a todos sitios, acelerados, casi en patines. Y por el camino nuestra cabeza va dándole vueltas a muchas cosas. Es lógico que el cerebro tenga que eliminar pensamientos. La forma más sana de hacerlo es con los olvidos. No hay que agobiarse”.
Santana Oria es especialista en el tratamiento del Alzheimer, un mal que afecta generalmente a personas con más de 65 años. Estos enfermos comienzan progresivamente a perder la memoria, entran en la demencia y, finalmente, mueren. “La gente tiene mucho miedo al diagnóstico, es como si les cayera una losa encima”, relata la neuropsicóloga. Para diferenciar si una persona padece el mal de Alzheimer o es simplemente una sugestión, “está la labor de los neurocientíficos. Teniendo en cuenta los signos y los síntomas clínicos que presenta el paciente se van descartando diagnósticos”.
Según un estudio realizado por el Colegio de Medicina Albert Einstein aparecido en la revista Neurology, “la gente con mayor educación experimenta un retraso en la declinación de la memoria característica del Alzheimer. Sin embargo, una vez que adquieren la enfermedad, el deterioro es mucho más rápido”. La doctora Santana Oria discrepa: “La gente no tiene que tomar al pie de la letra todo lo que se escribe en ciencia. Es como los prospectos”.
Tanto si tienes estudios como si no los tienes, no debes alarmarte por un simple despiste. El mal de Alzheimer es una enfermedad muy seria. Hay que tratarla como tal si te la diagnostican a ti o a alguien de tu alrededor. ¡NO LO OLVIDES!
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