Jesús Gil debe de estar ardiendo en fiestas. Este domingo el Atleti metió cuatro goles y el presi, según algunas teorías, estará en Venezuela, poniéndose morado a mamachichos y celebrando el triunfo. Porque ya se sabe, Gil está vivo. Su equivalente anglosajón, no en vida, pero sí en resurrección, es Elvis, el rey del rock, que andará moviendo las caderas por algún lugar de Memphis. Y es que hay un buen puñado de personas que creen que "no estaba muerto, estaba de parranda".
En este mundo paralelo en el que todo es cuestionable, o más bien negable sin atender a límites, como bien ha demostrado el presidente de PP, Mariano Rajoy, la comunidad científica está dividida. ¿Es el calentamiento global una realidad? Pues depende un poco de lo que te diga tu primo, o tu profesor de física, o si nos ponemos Maldonado, que con sus erráticas predicciones del tiempo está sembrando el caos y no hay quien se entere de si existe o no el cambio climático. Al menos eso debe pensar el líder de la oposición, que confundió el concepto de tiempo y clima sin que le temblara la voz.
No hay necesidad, parece, de fiarse del consenso científico. Porque, por ejemplo, ¿qué autoridad tienen ese tal Darwin y ese tal Mendel para desautorizar a los creacionistas? Lucy, la pequeña australopitecus, no es más que otro mono. Y el hombre y el mono, ni primos lejanos, aunque, eso sí, todos creados por la mano de Dios, que los científicos no saben por dónde les da el aire. O sí, porque habrá quien haya encontrado en las declaraciones de Watson (ese Nobel que descubrió la doble hélice del ADN y que como genetista, vaya, pero como teórico de la raza, se sale) una nueva pata para el banco del racismo. Si alguien sabe de genética, se dirán, ése es Watson, así que si Watson dice que los negros no son tan listos como los blancos, pues no lo serán.
Hasta ahí, vale. Pero ¿qué premio Nobel ha negado que el viaje a la luna fue real? No, en esta ocasión no hace falta ni primo ni científico de renombre que apoye la teoría. Un análisis pormenorizado de las fotografías del viaje del Apolo XI no deja lugar a dudas. Al menos para quien tenga ojos en la cara. Y aquí aparece, tachán, la palabra preferida de los escépticos: CONSPIRACIÓN. Del Gobierno norteamericano, en este caso. Del español en el 11 M. Que ya se sabe, lo montaron los de la ETA, con sus temporizadores y sus materiales de matanza.
El 11 S tampoco se libra. Que si en el pentágono no chocó un avión, que si nunca un edificio de estructura de acero se había desplomado por un incendio, que si la caída del Wall Trade Center presenta características de una demolición controlada, que si Giuliani ya sabía que los edificios iban a derrumbarse... Claro que esto último tampoco significa nada. Porque Giuliani, como ha demostrado en un programa en el que los varios niños le hacían preguntas, o tiene mucha guasa o cree en los extraterrestres, que también han sido, y seguirán siendo, carne de cañón para las teorías conspirativas en las que la Nasa guarda miles de datos que prueban su existencia. Parece, pues, que se puede decir de todo en este mundo de la negación, pero no. Si se te va la mano con el comentario puedes dar con tus huesos en la cárcel, así que cuídate mucho de dudar de genocidios y holocaustos. Porque en este caso ni el científico de turno se salva.
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