lunes, 29 de octubre de 2007

La familia feliz a la caza de votos

Mariano y Viri son padres de dos niños, Marianito y Juan. Mariano se fijó en Viri nada más conocerla. Se propuso conquistarla y lo hizo. Hoy, 15 años después, siguen enamorados, se complementan a la perfección y forman, junto a sus dos hijos, una familia feliz. Esta historia anodina y cotidiana sirve para presentar, como uno de los primeros pasos de la precampaña electoral, a Mariano Rajoy. El líder de la oposición sabe que la imagen de estabilidad familiar vende y ha concedido una entrevista a XL Semanal en la que se recoge la normalidad y cercanía del presidente popular.




Rajoy no es el único que sabe sacar partido del modelo anglosajón en el que la vida privada del candidato es un pilar fundamental de la campaña. Cristina Kirchner, que ganó ayer las elecciones en Argentina, traía la lección aprendida. Su marido y actual presidente, Néstor Kirchner, ya utilizó en 2003 el argumento de la familia tradicional como baza para derrotar a Menem, separado de su primera mujer, Zulema, y casado con la miss mundo Cecilia Bolocco. Durante los cuatro años de gobierno de Kirchner, el matrimonio ha seguido explotando la imagen de pareja bien avenida aunque con fuertes encontronazos por el carácter de ambos, lo que ahora ha beneficiado a Cristina.


Algo parecido ocurre con el matrimonio Clinton. Supervivientes del escándalo Lewinsky, nadie mejor que ellos conoce la importancia de proyectar una imagen de pareja estable, que supera los problemas y continúa unida a pesar de todo. Esto permite a Hillary competir con su rival directo, Barack Obama, cuya mujer, Michelle, aprovecha cada oportunidad para resaltar la normalidad de su marido y la unión de su familia en lo que, según apunta Slate, es una perfecta maniobra de marketing para crear cercanía con los votantes.



Igual que vender las bonanzas maritales sale rentable, abundar en las crisis y los divorcios no resulta tan beneficioso, o al menos eso debe pensar el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que días antes de hacerse público su divorcio abandonó de malos modos una entrevista con la CBS en la que le preguntaron por su mujer, Cécilia. Los rumores sobre la veracidad de la última etapa de su matrimonio estaban de nuevo en la palestra. Una vez se conoció el divorcio del presidente francés y su esposa, el Elíseo guardó silencio. Pero Cécilia declaró a la revista Elle que su "deber de esposa" fue ayudarle a ganar las elecciones. Divorciarse era, para la primera dama de Francia, "un acto de honestidad". "Hoy ya no me necesita" dijo Cécilia. Pero sí le necesitó antes, durante una feroz campaña electoral en la que el candidato debía batir a Ségolène Royal y, en una misma atacada, a su entonces pareja, el primer secretario socialista François Hollande. Ninguno de los matrimonios salió beneficiado de aquella campaña, aunque la duda es la siguiente: ¿es tan importante la imagen familiar de un político? O, lo que es lo mismo: ¿hubiera ganado Sarkozy sin el apoyo de Cécilia?

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