Reza un antiguo proverbio chino que “sólo hay una cosa peor que casarse, no casarse”. Esta especie de imperativo sociológico, bastante atroz en su formulación popular, parece explicar la multiplicación demográfica en proporciones astronómicas del pueblo del río Amarillo. Una multiplicación que no puede basarse en esa leyenda urbana de que los chinos no se mueren, sino en algo más natural: se casan y por la noche no ven la televisión. Pero, al igual que nadie ha visto un entierro chino, ¿ha visto alguien una boda entre ciudadanos de la tierra del bambú?
Pues sí, se casan
Desde unos años para atrás, cualquier madrileño o forastero que acuda al parque del Retiro no sólo se encontrará con camellos de poca monta, videntes ciegas, timbaleros africanos, ciclistas de diseño y tanto jóvenes como mayores haciendo footing. Probablemente, también se puede topar con una boda china con toda su parafernalia. No en los jardines de la Ciudad Prohibida de Beijing, sino en los de Cirilo Rodríguez en el céntrico parque madrileño.
Eso sí, dato importante, no se casan en fin de semana, ya que casi todos son empleados de la hostelería y trabajan sábados y domingos. Para admirar su puesta en escena hay que acercarse al Retiro entre lunes y jueves y, dado que son bastante superticiosos, hay meses en los que rehúyen la celebración de los enlaces. Su mes predilecto es octubre y las fechas que rodean el día de los enamorados en China, el 7 de julio de su calendario, equivalente al 19 de agosto occidental.
Hace ya tiempo que las diversas comunidades étnicas de la capital de España van tomando más y más protagonismo a la hora de desarrollar sus propias costumbres dentro de la ciudad. Éste es el caso de los enlaces matrimoniales de los ciudadanos chinos. Han elegido el Retiro para inmortalizar uno de los días, presuntamente, más felices de sus vidas.
Tres bodas en un día
Madrid es escenario de numerosas historias de amor entre ciudadanos chinos lejos de su país de origen. Es el caso, por ejemplo, de Feng, 23 años, dependiente de una tienda de "todo a cien”, y Shuang, de 25, estudiante de Turismo. "Se conocieron en mi boda", cuenta orgullosa Liang, amiga de los dos, que se casó el año pasado y se fotografió con las mismas fuentes y árboles de fondo.
Xiao Quiong y Xian Peng, otra pareja de contrayentes, comenzaron sus relaciones hace tres años en la misma tienda de servicios al por mayor donde trabajan actualmente. A partir de hoy son marido y mujer. Sus hijos nacerán en nuestro país, pero ellos les contarán sus costumbres ancestralesChen se vino a España para trabajar de camarero en un restaurante de comida oriental. Su futuro parecía estar escrito para conocer al amor de su vida en nuestro país, pero no fue así. En uno de sus viajes a su China natal conoció a Shu. Juntos regresaron a España y ahora inician una vida matrimonial lejos de su amada Shangai.
Hoy han sido tres, pero en estos jardines han llegado a coincidir hasta seis y siete casamientos en el mismo día y a la misma hora. Aunque las bodas van perdiendo crédito en Occidente, es una ceremonia muy vigente entre nuestros inmigrantes del lejano Oriente.
Poderoso caballero es don dinero.
Como en España, parroquias incluidas, detrás de cualquier boda hay un fructífero negocio. Bien lo sabe Wei Feng Wu, cuya empresa realiza las coberturas de video y fotos de un alto porcentaje de enlaces matrimoniales de novios de su país que residen en Madrid. "Somos la compañía más importante, trabajamos a nivel nacional y tenemos más de doscientas bodas al año", dice Wei, quien apunta que la inmortalizaciones de los casamientos se realizan en el parque del Retiro "por comodidad, ya que es un lugar emblemático que todos los chinos residentes en Madrid conocen y, sobre todo, por sus maravillosos paisajes de plantas y fuentes”
Protocolo matrimonial
En el país de la flor de loto, el rojo simboliza la suerte. Por eso, una novia como es debido debe vestir siempre de ese color. Pero en Madrid, las costumbres se han occidentalizado y ella viste siempre de blanco, con velo y tocado. Él, de chaqué, como los novios españoles. Lo que no han asimilado es el rito eclesiástico de nuestra sociedad. El proceso de un casamiento chino en Madrid difiere del católico, apostólico y romano.
Primero se realiza la sesión de fotos en el parque, a la que sólo acuden los familiares más cercanos. "Yo he llegado a fotografíar en el Retiro a más de 150 invitados" comenta Wei. Después, los asistentes al festejo se trasladan normalmente a un gran restaurante oriental especializado en bodas. "Cuando la celebración es en un hotel con comida española, los invitados suelen dejásela en el plato", explica el fotógrafo.
Nada más llegar al lugar de la ceremonia, todos los invitados tienen que dejar constancia de su presencia en el libro de firmas y saludar, uno por uno, a los novios. Después se lleva a cabo el rito en sí dirigido por un maestro de ceremonias revestido de gran pomposidad. No falta el famoso "os declaro marido y mujer" y el beso final entre los enamorados. Se trata, en realidad, de una celebración social y familiar sin validez oficial. A los pocos días, los novios tendrán que ir a oficializar su relación a la embajada.
Curiosidades
Durante el banquete, la novia puede llegar a cambiarse de vestido en dos ocasiones más. Primero, después de cortar la tarta y, más tarde, al efectuar, el brindis. El novio, por el contrario, mantiene el mismo atuendo durante toda la ceremonia.
Al novio le gastan bromas constantemente sus amigos. Le plantean que cante, baile, grite, salte, etc. Si no las hace, no puede efectuar el brindis. En consecuencia, el novio tiene que someterse a todas sus exigencias. En otras palabras, le obligan a “hacer el indio” en versión kung-fú, en su modalidad de shaolin.
A lo largo de la velada, se ofrecen más de treinta platos, una gran abundancia de comida incluso en la más modesta de las bodas.Y, oh sorpresa, nada de rollitos primavera ni arroz tres delicias. Se trata de platos mucho más elaborados. Es decir, son chinos, pero no tienen un pelo de tontos.
Por último, todos los invitados se despiden con una frase ritual: Te deseamos feliz boda. Que en chino, no sé si mandarín, suena así: "zhu ni xin hun kuai le"
Sospecha final
Con todo esto se plantea un gran enigma. En la foto de bodas de todas las parejas occidentales, ella sonríe feliz y él está más serio que Buster Keaton en el entierro de su madre. En la de los cónyuges chinos, ambos despliegan la más alegre de sus sonrisas. ¿Por qué….? Tengo mi propia hipótesis pero me la guardo porque, quién me dice a mí que, con la economía globalizada que nos invade, el jefe del jefe del jefe de mi jefe, es decir, el jefazo supremo, no tiene los ojos ligeramente achinados y unos dientes de porcelana Ming.
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