Jorge Puig es un oficinista madrileño que utiliza papel reciclado, usa los distintos contenedores para separar la basura y va todos los días a su trabajo en bicicleta. Está concienciado de los efectos perniciosos que generan las emisiones de CO2 en la atmósfera y ha decidido alimentar su espíritu ecologista contratando “energía verde” a su compañía eléctrica.
Por un leve aumento de la factura de la luz, Jorge podrá luchar contra el cambio climático cada vez que use su maquina de afeitar o cuando esté viendo la televisión. Lo que no sabe es que la electricidad que llega a su casa contamina lo mismo que la tradicional, porque es la misma.
Que los árboles no eviten que veas el bosque, reza el dicho popular. La compañía que suministra la electricidad incluye en las facturas una etiqueta que certifica su origen renovable, es decir, que proviene de fuentes no contaminantes. El problema surge cuando se analiza la letra pequeña y se comprueba que, en la gran mayoría de los casos, la empresa sólo se compromete a producir la cantidad de "energía verde" equivalente al consumo de su cliente.
Desde que se obtiene la electricidad, hasta que llega al hogar, intervienen tres tipos de compañías: las generadoras -centrales que producen la energía-, las distribuidoras -las que la transportan-, y las comercializadoras -que compran la electricidad en nombre del cliente-.
En España, todas las generadoras venden la energía a un operador (OMEL), donde acuden las empresas de las otras dos etapas del proceso para adquirir la electricidad que luego usan los clientes. Toda la producción va al mismo sitio -con independencia de su origen limpio o sucio-, y desde allí se distribuye.
Cuando a Jorge le asegura su compañía que a su casa llega "energía verde", ¿qué le están ofreciendo?. Un papel por el que la eléctrica dice que usará energías renovables para producir los 396 kilovatios por hora (kWh) que consume -y paga con un sobreprecio- nuestro protagonista. Incluso, la propia Comisión Nacional de la Energía (CNE) apercibió a Iberdrola y Endesa en 2004 por utilizar publicidad engañosa y fomentar la competencia desleal.
La asociación ecologista Greenpeace aconseja a los usuarios seguir una serie de pautas, de forma que no les estafen:
a) La compañía debe justificar las fuentes utilizadas para generar la electricidad. Pero el total, no sólo la que te quieren vender a ti (no tiene sentido que haya una electricidad limpia para ecologistas y una sucia para el resto, porque así no cambia nada). Debe informar de sus impactos ambientales.
b) Esa información debe aparecer en las facturas eléctricas, en los anuncios y el material promocional, y en Internet.
c) La energía que te venden no sólo debe ser limpia, sino serlo continuamente, es decir, te deberían asegurar que toda la electricidad que consumes en cada momento está siendo generada por fuentes limpias.
d) Y todo ello sin que abusen de precio.
Y si no lo ves claro... ¡no piques! Es preferible no precipitarse, y esperar a que haya disponible una oferta que cumpla estos criterios.
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