Cuatro días a la semana una comida al día: pasta de maíz. Tres días a la semana: aire. ¿Serías capaz de seguir este régimen durante una semana? ¿Y de instaurarlo en tu casa? Un tercio de los habitantes de África no tienen más remedio.
Historia de Ivy Mwansa, Zambia
"He perdido a mis padres, mi padre murió cerca de la Navidad de 1995 y mi madre unos cuantos años después. Ahora debo conseguir comida para mis hermanos y hermanas más pequeños, cuando las cosas van bien comemos una vez al día. CINDI (Children in Distress, una organización local que apoya a los niños huérfanos a causa del sida) nos da una vez al mes una cantidad de pasta de maíz que intentamos estirar lo más posible.(...) A veces nos pasamos tres días sin comer, cuando CINDI no nos da comida o cuando no podemos salir de casa para buscar trabajo. Las noches en que nos vamos a la cama sin comer, mi hermano y yo nos levantamos a la mañana siguiente y vamos a buscar trabajo para el día. Pero esa no es la mejor solución porque algunas veces nos han timado y no nos han pagado después de haber hecho el trabajo.
Cuando pasamos por una situación realmente mala recogemos pasta de maíz del molino de la comunidad de al lado.(...) Lo que encontramos lo tamizamos para tratar de quitarle la suciedad, pero aún así no se puede cocinar y causa diarrea a los niños"
Una mujer con su hijo, que recibe tratamiento por desnutrición aguda en Níger
Historia de Hawa. Darfur, Sudán.
"Mi nombre es Hawa, tengo 23 años y soy madre de trillizos. Sus nombres son Bahar, Baharia y Badur y sólo tienen 42 días. Soy viuda de mi primer marido y no sé dónde está mi segundo marido, el padre de mis hijos. Huí de mi pueblo hace seis meses para escapar de la violencia. (...) Me marché al campo de Otash. Perdí mucho peso y no podía alimentar a mis trillizoa. Entonces me admitieron en el centro de nutrición donde mis hijos y yo recibimos tratamiento para la desnutrición. Dos semanas después de entrar en el campo mis condiciones físicas habían mejorado y ahora puedo amamantar a mis trillizos. La próxima semana terminaré el tratamiento. No estoy segura de lo que haré después, si intentaré conseguir una cartilla de racionamiento en el campo de Otash o si volveré con mis familiares al campo de Kalma. Pero en Kalma nadie tiene sitio para nosotros; el único lugar donde podemos quedarnos será bajo la hoja de la palmera donde di a luz a mis trillizos. No sé, no tengo mucho tiempo para pensarlo, tengo que decidirme la semana que viene."
Pacientes en la Unidad de Rehabilitación Nutricional en un hospital de Malawi
Historia de Agarash y Shunkay Yutata. Etiopía.
"Siempre he vivido en este pueblo, Bokaso. Mi padre también nació aquí. ésta es mi esposa Shunkay, y estos son mis tres hijos, Ondalay, Shufaory y Shebrow, de seis, cuatro y dos años. También perdimos otros tres niños que enfermaron a causa del hambre; hace cinco años que perdimos el último. (...) Los últimos cinco años han sido muy duros. Teníamos dos cabras y tres ovejas, pero tuvimos que venderlas para comprar comida durante la estación difícil. Por cada una de ellas nos pagaron entre 100 y 200 birr (de 8 a 16 euros). (...) Hace poco trabajé ayudando a construir casas. Por un trabajo de este tipo me pagan unos 3 o 4 birr diarios (entre 25 y 33 céntimos)".
854 millones de personas pasan hambre en el mundo. Mañana es el día mundial contra el hambre.
Testimonios extraídos del libro 'El hambre injusta. Una crónica reciente por los alimentos y la dignidad', editado por Acción contra el Hambre e Icaria Antrazyt.
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