Igual que sucediera hace unos años, cuando un tercio de los conductores británicos admitieron desviar la mirada de la carretera por las vallas publicitarias en las que modelos exhuberantes como Eva Herzigova anunciaban Wonderbra, los ya apodados “pantallazos” de Madrid podrían aumentar el riesgo de distracción para los conductores. Sí ya llaman la atención, aún sin publicidad alguna, puede que este nuevo elemento del mobiliario urbano se convierta en un peligroso factor para la seguridad vial.
En las últimas semanas los madrileños se han encontrado con el mensaje “Ellos me miran” en los nuevos soportes publicitarios colocados a iniciativa del Ayuntamiento de Madrid, unas pantallas que, según Paloma Sobrini, la decana del Colegio de Arquitectos de Madrid, provocan un “efecto lamentable” en el paisaje urbano. Y sí, la gente las mira. Y cuando se dice gente se habla de todos, de los peatones y de los conductores.
Roberto Martín, del departamento de Seguridad Víal del Real Automóvil Club de España (RACE), asegura que "pueden suponer una distracción, de la misma manera que lo es apartar la vista de la calzada para cambiar el dial de la radio o buscar un mapa en la guantera. El nivel del peligro de la misma depende de la velocidad a la que cicule el vehículo".
Ya se han instalado 100 “pantallazos”, pero esto es sólo el comienzo. En total, serán 899 los nuevos chirimbolos de tres tamaños diferentes. Todos ellos superan las medidas recomendadas por la Ordenanza General sobre Mobiliario Urbano. La concejalía de Medio Ambiente apela a la excepción. Según una portavoz de ésta, la concesión se hizo mediante “un plan especial”.
Los nuevos chirimbolos ya tienen sus detractores. El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) se ha manifestado de manera contundente: “La delegada de Medio Ambiente, Ana Botella, ha realizado la implantación de estas pantallas con ocultismo y sin participación ciudadana”.
Las pantallas que preocupan al COAM son los modelos que se han instalado dentro de la ciudad, no los de las carreteras circunvalatorias: “Su tamaño es desproporcionado y se ubican en entornos urbanos de calidad. Rompen la escena, compuesta por las arquitecturas en el marco del paisaje”. Y es que el COAM piensa que se debería respetar el Medio Ambiente urbano igual que se respeta el natural: “A esa misma concejalía no se le hubiera ocurrido ponerlos en el estanque del Retiro ni en el bosque de la Casa de Campo”.
Según ellos, todo se debe al “afán recaudatorio” por parte del Ayuntamiento de Madrid, que se embolsará 16 millones de euros anuales. Pero la Unión Temporal de Empresas (UTE) encargada del proyecto, formada por Cemusa y Clear Channel España, comercializa las 200 pantallas por campañas de 14 días a 248.000 euros. En cada soporte giratorio pueden anunciarse tres firmas al mismo tiempo. Eso sumaría unos 19 millones de euros al año para las empresas. Hay mucho dinero en juego y ni el consistorio ni las empresas están dispuestos a dejar de llenarse las alforjas. Los perjudicados, una vez más, los ciudadanos.
Todo esto provoca que en una misma mirada, un viandante o un conductor pueda toparse en el centro de Madrid con un señor en una pantalla que le está intentado vender una marca de yogures, una marquesina de autobús en la que aparece un cartel de una película y, de fondo, condicionado por tanto obstáculo visual, alguno de los edificios históricos más emblemáticos de la capital. La publicidad nos invade cada vez más, con el consiguiente peligro para nuestro bolsillo, y, quién sabe, si también para nuestra seguridad en las calles de la ciudad.
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