lunes, 29 de octubre de 2007

Dándole cuerda a la izquierda latinoamericana

Mientras sus seguidores celebran por todo lo alto una holgada victoria que no hará necesaria la segunda vuelta en las elecciones argentinas, Cristina Fernández de Kirchner ya anuncia alguna de las líneas maestras de su futuro gobierno. La estela del “kirchnerismo” continúa en las manos de la hasta ahora senadora y primera dama, que con el 44,9% de los votos suma un nuevo triunfo a la izquierda en Latinoamérica.

Con planteamientos y praxis de lo más diversos (incluso divergentes en algunos casos) que van desde la más tibia y formal socialdemocracia a regímenes de aspiración socialista, pasando por algunas formas de corte populista de tradicional sabor latinoamericano, una amalgama de movimientos, partidos y gobiernos han ido ampliando en los últimos años su influencia en el continente.

Los Kirchner parecen haberle cogido gusto a la Casa Rosada, donde se quedarán hasta 2011


La próxima cita electoral que podría dejar al mando de un país a un gobierno de izquierda será el próximo 4 de noviembre en Guatemala, donde, tras su victoria en la primera vuelta, el candidato socialdemócrata Álvaro Colom se disputará la presidencia con el ex general Otto Pérez

En el lado contrario del ring político, el mexicano Felipe Calderón, investido presidente en 2006 tras una controvertida elección impregnada por el tufo del fraude electoral y cuya resaca electoral aún dura, y el colombiano Álvaro Uribe, en pleno segundo mandato aún emponzoñado por las FARC y el narcotráfico, parecen casi representar los últimos bastiones del conservadurismo en el continente.

Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Lula en Brasil, Tabaré Vázquez en Uruguay, y ahora, Cristina Fernández de Kirchner representan a una generación de dirigentes progresistas que han protagonizado la transición a la izquierda de los últimos años después de una década de los 90 caracterizada por políticas económicas neoliberales que no dejaron en el grueso de la población toda la bonanza que prometían.

Al contrario que otras oleadas de triunfos izquierdistas con verdaderas pretensiones revolucionarias que suscitaron la preocupación y consiguiente intervención de Estados Unidos en diversos países de su llamado “patio trasero” (la Contra nicaragüense, el golpe de estado en Chile, etc.), esta nueva tendencia, a excepción del caso venezolano, no ha levantado tantos sarpullidos en casa de los vecinos del norte.

¿Se trata, pues, de una versión “light” de aquellos movimientos que buscaba transformaciones sociales de fondo o simplemente es una reconversión moderada y pragmática, más apegada a la izquierda electoral y democrática de inspiración europea?

Sea como sea, los retos que deben afrontar estos gobiernos no son pocos: el despegue económico de países cuyas condiciones estructurales están a punto de permitirlo, las reivindicaciones de los pueblos indígenas y la erradicación de la extrema pobreza, situación en la que viven alrededor de 47 millones de personas en el continente según datos del Global Monitoring Report que cada año realiza el Banco Internacional.

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