miércoles, 12 de diciembre de 2007

Réquiem por un gastrónomo incomprendido

A José Luis Calva Zepeda, el Canibal de la Guerrero, se le indigestó la comida. Hasta el punto de que para bajarla sólo se le ocurrió quedarse un rato colgando del cinturón en su celda mientras se apretaba la nuez. Ha muerto ahorcado, claro. Pero alguien que incluye brazo de mujer en su menú del día no podía curarse el empacho con sal de frutas.

Los familiares dicen que ha sido asesinado. Claudia Calva Zepeda, una de las hermanas, cuenta que le extorsionaban en la cárcel. No es difícil imaginarse un chantaje con pasarle al menú vegetariano. Pero parece que los 2.000 pesos (unos 125 euros) que le pidieron eran a cambio de no matarle. Aparentemente, no hubo trato. O no a tiempo, porque la hermana dice que ya habían pagado 1.400 pesos -lo mínimo sería que le devolvieran el dinero-.

El Fiscal Central del Ministerio Público, Gerardo Monroy, ha negado indicios de homicidio en la necropsia. También José Ángel Ávila Pérez, secretario de Gobierno de México DF, apoya la versión del suicidio. La celda estaba cerrada desde el interior con un candado artesanal, y eso es difícil hacerlo sin quedarse dentro.

Descartado el homicidio, sí se investigará por qué no había un vigilante permanentemente con Zepeda si ya había manifestado inclinaciones suicidas. Sería comprensible que a la hora de comer de semejante recluso, el guardia pusiera tierra de por medio.

Mientras se resuelve, la familia ya ha anunciado la publicación de una novela que Zepeda escribió en la cárcel. "Caníbal: un poeta seductor". Sin duda, bocatta di cardinale.

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